La tucán mandona

Lauren Hutchinson


 

En un pueblo lejano había una tucán llamada Mía. Mía tenía una casa grande y le gustaba invitar a mucha gente a su casa, pero Mía siempre quería que la ayudaran a hacer quehaceres en su casa porque ella era muy perezosa.

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Un día, mientras sus amigos la visitaban, Mía les pidió ayuda con los quehaceres y les dio una lista larga de cosas para limpiar.  Todos los amigos de Mía se enojaron cuando ella les pidió ayuda porque ya estaban cansados de ayudarle todos los días, una y otra vez, por cinco años.

El mono Mateo dijo: – ¡Ya basta! ¿Por qué tenemos que hacer todo para Mía? ¡Yo no le pido a mis amigos que limpien mi casa!

Todos los otros amigos de Mía concordaron con Mateo y decidieron no visitarla más si Mía continuaba pidiendo ayuda con sus quehaceres.

Todos se fueron de la casa de Mía y fueron a sus propias casas. Mía se quedó muy triste porque sus amigos se fueron y se sintió muy sola.

Un día, Mía estaba sentada afuera de su casa llorando. Hacía mal tiempo y estaba lloviendo. Un extraño caminó hacia la parte de enfrente de la casa de Mía.

El extraño fue un viejo carpincho que miró a Mía y le dijo:

– ¿Por qué estás llorando, tucán?""

Mía miró al carpincho y dijo: – Mis amigos ya no me visitan. Ellos dicen que les pido hacer demasiadas cosas. ¡Sólo les pido limpiar mi casa!

El carpincho miró a Mía y dijo: – ¿Por qué les pides limpiar tu casa? Es tu casa, es tu responsabilidad. Los amigos son para divertirse. Trata de divertirte con tus amigos.

Mía lo escuchó con atención y le dijo: – ¿Y si yo limpio mi casa e invito a mis amigos a cenar?

El carpincho respondió: – ¡Es una gran idea!

Mía sonrió y le agradeció al carpincho.

Mía entró a su casa y limpió toda la casa.

Después, Mía se duchó y decidió hacer galletas para sus amigos.

Cuando las galletas estuvieron listas, Mía las llevó a las casas de sus amigos de regalo y los invitó a cenar en su casa.

A la hora de cenar nadie había llegado a su casa. Entonces Mía se sintió triste y reflexionó que había sido grosera, pero quiso que sus amigos entendieran que ella cambió.

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Luego, Mía escuchó un golpe y ella corrió a la puerta y la abrió.

Afuera estaban sus amigos. Mía los invitó a entrar y trajo la cena a la mesa.

Todos los amigos de Mía sonrieron y le agradecieron.

Ellos tuvieron una cena maravillosa y Mía nunca más tomó por sentado a sus amigos.

 

 

Moraleja: Trata a otras personas como tú quieres que te traten a ti.

 

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La hora del cuento en español Copyright © by Constanza Rojas-Primus and Sofía Rodríguez is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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